
Dormirse sin saber quién despertarás... en el frío de tu cama, donde no quepo, donde ni siquiera existo, donde sólo tus manos se disuelven, llamándome, llamándome...
desde dónde... desde qué resquebrajar de huesos o rechinar de dientes, en el infierno de alguna realidad, o en el espejo de alguna hoguera... pides la llave, la llave para salir o para entrar... se sale para entrar y se entra para salir... del día a la noche y de la noche al día... chis chis chis... búhos más grandes que gatos, o del tamaño de tu pulgar... el que acecha en la penumbra lleva siempre ventaja: cuenta con que te sientas culpable.
El miedo llama a su verdugo: quiere vestirse de víctima, que le estiren los cabellos hasta remedar una máscara del horror. Cortas uno de esos rizos y vuelve a desarrollarse la serpiente, o la lengua del lagarto.
Así algunos me llaman cada noche... desde todos los puntos del universo... desde alguna ventana abierta en la cosmópolis...
En el frío de tu cama, donde no quepo, donde ni siquiera existo, donde sólo tus manos se disuelven, llamándome, llamándome...