
No obstante, antes dijimos que la practica vampirica hay símbolos eróticos demasiado obvios y esto, quizás, nos haga ver solo sexualidad, solo satisfacción del ciego instinto animal, allí donde hay algo más.
Como dijimos, a menudo se interpreta que el vampiro sería una suerte de representación simbólica del instinto sexual en su estado más puro, mas animal, (de ahí la facultad de convertise en un animal que tradicionalmente se le reconoce a estos seres). El vampiro encarnaría el sexo en su aspecto más primitivo, en su faz de pura y egoísta satisfacción personal.
Leyéndolo con esto en la mente, el Drácula de Stoker puede entenderse como una metáfora de todas las practicas sexuales perversas, donde el autor, habitúe de burdeles donde supo ganarse la sífilis que lo llevó a la muerte, volcó sus deseos sexuales más o menos reprimidos
Así, a lo largo de la obra podemos ver representadas una fellatio (cuando Drácula quiere que Mina chupe su sangre), sexo prematrimonial, (Lucy vampirizada pidiendo a Arthur que la bese), sexo en grupo (Harker con las amantes de Drácula), sadismo (por parte de Drácula) y unas cuentas cosas más, todas bastante escandalosas para la puritana Inglaterra de la reina Victoria.
Sin embargo, esta visión meramente sexual o erótica del drama vampirico está irremediablemente signada por la parcialidad, y no le hace justicia al mito del vampiro en todas sus múltiples facetas, porque deja en la sombra un aspecto primordial de la tragedia existencial, que es la llamada angustia cósmica, esa arrolladora sensación de absoluto vacío y absurdo que a veces sobrevuela a vampiros y mortales por igual y que tiene una directa relación...con Dios.
¿Les suena raro? Sin embargo, la sangre estuvo y está relacionada íntimamente con lo divino, como tendremos oportunidad de ver en el tercer informe de esta inolvidable saga, que nos ilustrará acerca de LA SANGRE Y LOS DIOSES.